viernes, 12 de octubre de 2012

Yo confieso



"Yo confieso" es el título del último libro del escritor barcelonés Jaume Cabré http://www.rtve.es/television/20110914/las-confesiones-jaume-cabre/461441.shtml

He cogido prestado su título para referenciar esta nueva entrada que es algo atípica, por lo de íntima y personal, pero que llega en un momento muy especial, a pocos días del 10º aniversario de mi hija mayor, Inés.

Yo confieso que me metí en esto si no por casualidad, sí un poco de oídas. Lo más cerca que había estado de responsabilidad semejante databa de mis años mozos y he podido constatar que nada tiene que ver ocuparse de un pack de hermanos que pasar a ejercer el papel de madre.

Si debo ser sincera y llevar a gala la prenda que he cogido prestada, admito que he aprendido con el tiempo lo que supone realmente la maternidad y a ejercer de madre de una manera cada vez más seria, responsable y profesional. Siento si puedo herir algunas susceptibilidades pero os diré que para mi, junto a todo el romanticismo que lleva asociado este papel, que lo reconozco, no deja de parecerme una profesión a la que decides dedicarte sin más remuneración que la satisfacción de un esfuerzo bien invertido.

Una vez leí que ser madre suponía admitir que tu corazón caminará para siempre fuera de tu cuerpo. Así es. Mi reflexión es que el ritmo cardíaco debes marcarlo tú y no dejar que el instinto básico que se despierta en el momento de convertirte en madre, sea el que dirija libre e inconscientemente tus pasos.

Otorgo a nuestra figura la mayor responsabilidad que imagino: lograr que nuestros hijos sean los portadores de grandes e importantes valores personales y sociales, y se conviertan en altavoces de estos mismos. Ayudarles a convertirse en personas sin miedos o capaces de enfrentarse a sus propios fantasmas. Seguras de sus fortalezas y a la vez de sus propias carencias. Con recursos personales para desarrollarse, con cintura para poder buscar la respuesta a toda pregunta, con el gusanillo de la inquietud y la curiosidad que conlleva recibir el testigo de la vida que les estamos dando.   

Lejos de resultar poco emotiva, yo confieso que este es uno de los objetivos más ambiciosos que uno puede marcarse y para alcanzarlo, sin duda, se debe estar sobradamente preparado. No vale dejarse llevar por la corriente de la vida trasladando a la naturaleza las riendas de este cometido. No vale asumir un peso tan grande en tus espaldas que te impida crecer o te deje anclada al suelo sin poder avanzar. No vale mirar a otro lado cuando la desesperación personal te nubla la vista. No vale liderar la batalla si no tienes armas con las que pelearla.

Yo confieso que no existe mayor satisfacción que ver cómo va calando tu labor en esa personita que empezó siendo un lienzo en blanco y donde poco a poco se van escribiendo los primeros renglones, dibujando incipientes trazos.

Yo confieso que huyo de las imágenes estereotipadas que esconden tras ellas una falta de empeño, un comportamiento “austero”, un miedo encubierto, un preocupante desconocimiento.

Y, por supuesto, si es cuestión de confesar, yo confieso mis miedos. Yo confieso mis momentos de frustración. Yo confieso las crisis y la pérdida de confianza en mi misma. 

Pero confieso que a pesar de ello, no pienso ceder en el empeño de hacer de madre con todo mi corazón y también con toda mi razón.